lunes, 31 de julio de 2017

El fin de los Riddle parte I

   ...Hace tanto; y a la vez, nada...

    El recuerdo permanece tan fresco en mi mente que casi puedo percibir los aromas, la temperatura bajando poco a poco, la intensa sensación de repulsión que recorrió todo mi cuerpo cuando aquel distraído muggle estrelló su hombro contra el mío sin saber la suerte que corrió al poder continuar su camino, en ese momento no había nada más importante en mi cabeza que llegar a mi destino y averiguar de una vez por todas la verdad.

   No había sido fácil. Había realizado investigaciones con el apellido Riddle, gracias a mi ejemplar desempeño escolar y rango de prefecto hasta lo más profundo de los archivos del colegio sin que me hicieran demasiadas preguntas, pero no pude encontrar mención por ningún lado, ya para estas alturas algunos compañeros de familias de sangre pura me habían dicho que no les resultaba familiar aquel apellido en el mundo mágico lo cual terminó de confirmarlo, mi padre jamás estuvo en Hogwarts, era uno de esos seres a los que despreciaba desde que tomé consciencia de lo que yo era. 

   Continúe mi búsqueda con lo poco que sabían de mi en el orfanato, que compartía el segundo nombre con mi abuelo materno. Una ardua investigación me llevó hasta Sorvolo Gaunt y continuando el linaje hasta el mismo Salazar Slytherin; muchas cosas comenzaban a cobrar sentido. 



   Así que por fin me encontraba recorriendo las calles de Little Hangleton con una dirección en la mente. Era una pequeña villa poco pintoresca así que no me fue difícil llegar a mi destino. El lugar se hallaba una pequeña cabaña, parecía bastante vieja y descuidada, casi ruinosa; en definitiva era muy diferente a lo que yo esperaba encontrar como morada de los últimos descendientes, además de mi, de Salazar. Un pequeño empujón bastó para que la modesta baranda de madera cediera, abriéndose con un bajo rechinido, avancé por donde parecía que hacía algunos cientos de años hubo un pequeño jardín, ahora solo quedaba tierra, hojas y ramas secas como única decoración. 

   Mi mente trabajaba a toda velocidad formulando las historias que mi abuelo podría contarme, empezando por cómo demonios había yo terminado en un orfanato. Di los últimos pasos observando con detenimiento una grieta que reptaba caprichosa sobre el muro y se hacía cada vez más ancha en su camino hasta una agrietada puerta de madera, era de un aspecto extraño, como si no perteneciera a ese lugar, tenía tallada una serpiente que daba testimonio de la inclemencia del tiempo. Tal vez el último vestigio de la grandeza que tuvo la familia Gaunt. Sin pensarlo más golpeé con el puño la puerta y esperé a que atendieran mientras la tarde comenzaba a cambiar los colores del entorno, el abrazador sol se escondía de a poco por el horizonte dándole a todo lo que tocaba el tono del ámbar.

   Esperé por varios minutos a que la puerta se abriera, pero nadie atendió. No tenía tiempo que perder, las respuestas que desde hace tanto buscaba, se encontraban cruzando esa puerta, así que casi sin pensarlo mi mano accionó la cerradura solo para encontrar que estaba cerrada. Saqué mi varita del bolsillo y sin pronunciar palabra conjure un Expulso, la puerta se abrió con fuerza golpeando el muro que la sostenía haciendo que algunos restos de él cayeran al suelo. La oscuridad al interior era casi total, apenas se alcanzaba a ver una tenue luz amarillenta que tímidamente bañaba la estancia tras el portal. Había una vieja lámpara de aceite en una endeble mesa junto a la puerta, la tomé y tras encenderla me adentré en la choza. Al instante un fuerte olor a humedad, podredumbre y encerrado golpeó mis sentidos. Recorrí con la mirada el sitio mientras mis ojos se ajustaban a la oscuridad, estaba tan lleno te polvo que era casi imposible saber el color del suelo, encontré la fuente de el aroma más intenso sobre una pequeña mesa, un trozo de algo que parecía pan estaba sepultado en una gruesa capa de moho, y algunos estrellados platos aun con restos de comida servían de banquete para gusanos y moscas; fue inevitable que mi rostro reflejara el asco, pero sobre todo la terrible decepción. 

   Casi al instante una silueta se incorporó sobre un sillón más al fondo, era un hombre de aspecto tan descuidado como el de aquél lugar; el cabello al igual que la barba en una melena enmarañada que pintaba bastantes canas cubría gran parte de su rostro, sus ropas eran viejas... casi harapientas, de facciones toscas y fuera de proporción; sostenía una varita y en la otra mano, un pequeño cuchillo. Me miraba sobresaltado con un ojo, mientras el otro parecía muy ocupado observando hacia otro lado, por unos segundos nuestras miradas se encontraron pero al instante se puso en pie trastabillando y pateando algunas botellas que se encontraban regadas por el suelo.

     "—¡Tú! —Bramó—.¡Tú!—" (1) Y se abalanzó con fiereza contra mi. 
     "—Quieto—" (1) Advertí en pársel con la frialdad de quien se dispone a aplastar un insecto, si no entendía el idioma sería sólo un intruso que terminaría sin vida, tirado en la suciedad del suelo. 

   El impacto que mi advertencia tuvo en aquel hombre fue tal, que casi pareció haber recibido un golpe, perdió el equilibrio y patinó hasta casi terminar en el suelo de no ser por que la mesa frenó su camino haciendo caer algunos de los mohosos cazos. Me miró durante un largo y silencioso periodo, con los ojos desorbitados y una marcada expresión de sorpresa.

     "—¿La hablas?—" (1) Logró por fin articular palabra. 
     "—Si, la hablo—"(2) Le confirmé con frialdad. Di unos pasos más para terminar de adentrarme en el lugar, la puerta se cerró detrás de mi con un rechinido. Mi mirada inspeccionó brevemente el interior del lugar mientras en mi mente sólo había una palabra, indigno.

     "—¿Dónde está Sorvolo?—" (2) Le cuestioné mientras seguía mi andar dándole la espalda. 
     "—Está muerto —contestó el otro —Murió hace años, ¿No lo sabías? 
      —Entonces ¿Quién eres tú? 
      —Yo soy Morfin. ¡Morfin! 
      —¿El hijo de Sorvolo? —Pues claro." (2) 

   Entonces como si tomara consciencia de que no sabía con quién estaba hablando, se hizo a un lado el enmarañado cabello dejando al descubierto el sucio rostro entrecerrando los ojos para verme mejor. Un pequeño brillo en su dedo llamó mi atención, era un anillo que llevaba una pequeña piedra negra con un símbolo que había aparecido un par de veces en mis investigaciones. 

     "—Creí que eras ese muggle —susurró Morfin—. Eres igual que ese muggle. 
       —¿Qué muggle? "(2) —pregunté con la ira contenida por la comparación. 
     "—Ese muggle que le gustaba a mi hermana, ese muggle que vive en la gran casa de más allá —repuso Morfin, y escupió el suelo entre ambos—. Eres igual que él. Riddle. Pero él es más viejo que tú. —Morfin parecía un tanto aturdido y se balanceaba un poco; se había agarrado del borde de la mesa para no caerse—. Él regresó, ¿entiendes? —dijo como atontado." (2) 

     Yo lo observaba con atención e intriga mientras calculaba el siguiente paso a seguir, cuando éste llegó con sus últimas palabras. Quería saber lo todo, así que me acerqué un poco más y le pregunté. 

     "—¿Riddle regresó? 
      —Si, la abandonó; ¡y bien merecido lo tuvo por haberse casado con un cerdo! —respondió Morfin y volvió a escupir en el suelo—. ¡Además, antes de fugarse nos robó! ¿Dónde está el guardapelo, eh? ¿Dónde está el guardapelo de Slytherin?"(2)

   Podía ver cómo sus facciones se iban deformando cada vez más mientras la rabia se apoderaba de él, pero a medida que transcurría aquella extraña escena, mi paciencia disminuía. El hombre blandió el cuchillo en el aire con rabia y continuó su reclamo. 

     "¡Esa cerda nos deshonró! ¿Y quién eres tu para venir aquí y hacer preguntas sobre esas cosas? Todo ha terminado, ¿no? Todo ha terminado..."(2) 

   Tras aquél arrebato, Morfin tomó una bocanada de aire y giró su cabeza con un semblante algo apesadumbrado. En mi mano de manera inconsciente, mi varita era apretada con fuerza debido al hastío, la decepción y la impaciencia. Avancé un par de pasos hacia él mientras mi mente sólo decía «Suficiente», apunté hacia él y tras un movimiento descendiente, el chorro de luz roja que emitió mi varita al conjurar el Desmaius lo impactó de lleno en el pecho haciéndolo caer inconsciente de espaldas...

   Espera la pronto la segunda parte, lo que nadie vio.

   Referencias:
 (1) Rowling, J. K. (2011). Harry Potter y el misterio del príncipe. Primera edición. España: Publicaciones y Ediciones Salamandra S.A. P.342. 
(2) Rowling, J. K. (2011). Harry Potter y el misterio del príncipe. Primera edición. España: Publicaciones y Ediciones Salamandra S.A. P.343.

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