miércoles, 30 de agosto de 2017

Monorol "Honrando el apellido "

Por @LxrxCissy_




   Una batalla se aproximaba. Ella era consciente de ello, sabía muy bien lo que quería decir eso. Sabía las consecuencias que podrían tener sus actos pero no le importaba. No era la primera batalla en la que participaba activamente, llevaba ya unas cuantas a su espalda. Y siempre había salido impune de todas ellas, sin ningún cargo en su contra. Y, sobre todo, había salido ilesa de todas ellas. No era por presumir pero había pocos magos o brujas más buenos que ella en duelos, pues desde siempre que había sido la mejor duelista de su edad. Había aprendido de la mejor duelista de la historia, su madre, Bellatrix Lestrange. Había aprendido hechizos que muchos magos jamás podrían llegar a soñar, sabía muchísimo sobre las artes oscuras. 

   Esa misma tarde tenía un orden que seguir. Había un par de prisioneros en el sótano de la mansión de los Malfoy y el Señor Oscuro le había mandado que los matara. Eso sería pan comido, pero antes jugaría con sus vidas, tal y como hacía siempre, pues así disfrutaba más cada vez que tenía la ocasión de matar a alguien. 

   Después de comer, la joven Rosier se dirigió a su habitación para cambiarse. Aún tenía una hora de margen y, la verdad, su intención era llegar tarde, pues como un dicho muggle decía... lo bueno siempre se hace esperar. Al llegar a su habitación, abrió el armario y sacó unos pantalones negros, una camiseta negra de manga larga y una chaqueta, obviamente, negra. Buscó sus botas altas y lo dejó todo encima de la cama. Se dirigió al baño, hizo su rutina diaria ya que hoy no había salido de casa aun, pues era su día libre en el Ministerio y no había tenido planes en toda la mañana, al volver a su habitación se cambió. Guardó su varita en la bota izquierda y bajó al salón, donde su madre se encontraba haciendo a saber qué cosas por allí y se veía tan concentrada que le dio pena interrumpirla, aunque hizo todo lo contrario a su pensamiento y entró en el salón, haciendo ruido para llamar su atención. 

      ―Madre, tengo entrenamiento. Nos vemos luego –se despidió Lyra, antes de besar la frente de su madre, para dirigirse hacia la chimenea.
      ―Ya te veré allí -dijo secamente restándole importancia. Porque así era Bellatrix Lestrange, no le importaba demasiado lo que le dijeran mientras estaba ocupada, y eso incluía a sus hijos y marido. 

   Lyra, harta de escuchar a su madre decir que estaba ocupada, se metió dentro de la chimenea y cogió un puñado de Polvos Flu, teniendo muy claro en su mente donde quería ir.

      ― ¡Malfoy Manor! -exclamó con firmeza a la vez que tiraba los polvos al suelo, con fuerza y determinación. En cuestión de segundos, Lyra ya se encontraba en la chimenea de la mansión de sus tíos, lista para acabar con la vida de esos dos muggles que había en el sótano.

   Su tía Narcissa, quien era una de sus referentes y una de las personas que más quería en el mundo, fue la que la acompañó hasta las escaleras que llevan al sótano, pues a ella no le gustaba mucho lo que se estaba llevando a cabo en su mansión, pero no decía anda por proteger a su hijo Draco, el cual parecía adorar ser el centro de atención, como siempre había sido, y parecía estar encantado al llevar la marca tenebrosa en su antebrazo izquierdo. Sin más pretextos, Lyra sacó su varita de la bota izquierda y entró en el sótano, con una sonrisa radiante de oreja a oreja. Iba a pasar un buen rato.

      ― ¿Quién quiere ser el primero en suplicar su muerte? -preguntó sarcástica la chica metamorfomaga. Con su típica y característica sonrisa malvada, apuntó hacia la mujer que yacía en un rincón del sótano, atemorizada- ¡Incarcerous! -exclamó firmemente apuntándola. En cuestión de segundos, unas cuerdas agarraron a la mujer, siendo sujetada por estas, sin intención de poderse zafar de ellas- No hay peor crueldad que ver a tu marido suplicar por su muerte.

   Unas sonoras carcajadas inundaron el sótano, siendo lo único que se escuchaba desde fuera. Al menos, por ahora. Porque en unos minutos serían hechizos y más hechizos, acompañados de gritos y sollozos por parte de ese matrimonio muggle, que no vería la luz solar en ningún otro momento, pues acabarían muertos antes que Lyra se fuera de la mansión Malfoy. La primogénita del matrimonio Lestrange-Black, dejando de lado a esa mujer, se dirigió hacia el hombre mayor, que no tendría más de cincuenta años, según sus cálculos. 

      ― ¿Preparado para sufrir y morir? -preguntó sarcásticamente mientras pensaba hechizos que hicieran que el hombre suplicaba- ¿Sabes quien soy yo? Lyra Lestrange, querido. Si hay algo que me gusta, es jugar con la comida antes de comerla... O, en otras palabras, jugar con mis víctimas antes de matarlas. Viene de familia -añadió con su voz maléfica, pensando en su madre, pues todos decían que se parecian tanto en ese aspecto- ¡Baubilious! -exclamó apuntándolo directamente al pecho. A pesar que la luz que transmitía ese hechizo era inexistente, una vez el impacto de dicho hechizo llegó al hombre, éste cayó de espaldas dándose un golpe con la pared. A pesar de esto, no estaba muerto- Esto es leve, asqueroso muggle -espetó con furia, acercándose con pasos firmes- ¡Crucio!

   La maldición Cruciatus era su especialidad, junto a la maldición del Sectumsempra. Al realizar dicho hechizo, notó como toda la energía posible se movía por su cuerpo hasta concentrarse en un solo punto: su mano. Y de allí, fue enviada a la varita, de la cual se dirigió al hombre y éste empezó a chillar, desesperado y muerto de dolor. Nunca estaba de más repetirlo, por lo que usó la maldición de la tortura un par de veces más, mientras escuchaba los gritos y llantos de la esposa de éste, lo que le daba mucho más placer a la hora de torturar al hombre.

      ― ¡Sectumsempra! -exclamó finalmente, pues también quería ver sufrir a su mujer. Justo después de pronunciar dicha maldición, un destello de luz brillante, de un color entre blanco y grisáceo, salió de la punta de su varita, en dirección al cuerpo del hombre, causándole así varios cortes en el torso y a otras partes del cuerpo. Y lo dejó así, desangrándose hasta que le pidiera morir, cosa que no tardaría mucho, pues esos cortes eran profundos y en pocos minutos se quedaría sin fuerzas para aferrarse a la vida, cosa que tampoco conseguiría porque lo mataría.

   Lyra, sonriendo felizmente después de ver el buen trabajo que había hecho con ese hombre, dirigió su mirada hacia la mujer que seguía atada a las cuerdas que había conjurado hacía unos quince minutos, aproximadamente, y caminó hacia ella, deshaciendo el hechizo Incarcerous, mediante magia no verbal. Levantó la mano izquierda, con su varita en la mano todavía, y apuntó a la mujer mayor, la cual se había levantado porque ella se lo había ordenado.

      ― ¡Everte Statum! -exclamó firmemente haciendo que esa mujer perdiera el equilibrio pero que, a pesar de la dureza del hechizo al rebotar contra ella, no la había tumbado- ¡Expulso! -Con un simple movimiento firme de muñeca, en línea vertical, una luz azul salió de la punta de la varita dirigiéndose al pecho de la mujer, haciendo que ésta cayera de espaldas, unos metros más atrás de donde se encontraba anteriormente de pie- Contigo seré menos cruel -rió como si estuviera loca, siendo así la viva imagen de su madre- ¡Crucio! 

   De nuevo, la maldición de la tortura se hacía presente en ese oscuro y frío sótano. Como siempre, Lyra sabía que para realizarla correctamente tenía que sentirlo en su interior y desearlo con todas sus fuerzas. Pero, después de tantos años usándola, eso ya no supone ningún problema en la joven. Lestrange, encantada de hacer esas torturas, notó como toda la energía y la magia de su interior se concentraba en un solo punto, para dirigirse hacia su mano izquierda y de allí a su varita, de la cual salió la maldición directamente hacia la mujer, escuchando así solo sus gritos de dolor mental y corporal, pues no solo dañaba la mente del oponente, sino también lo malgastaba físicamente a causa de los tirones que se hacían las propias víctimas -para intentar no sentir tanto dolor- a si mismas. 

   Lyra miró la hora en su reloj; eran las seis y media de la tarde. Entre una víctima y la otra, había pasado más de dos horas en el sótano, disfrutando de su trabajo. Pero empezaba a ser hora de terminar con ellos, por lo que mediante un Levicorpus no verbal movió el cuerpo -con vida, aún- de la mujer hasta donde se encontraba su marido, que aun respiraba pero casi sin fuerzas y la dejó en el suelo con su contrahechizo, el Liberacorpus. 

      ―Esto se acabó -dijo desatando su cabello, pues lo llevaba recogido ya que no le gustaba que le molestase mientras entrenaba o, simplemente, hacía cosas- Hasta nunca, querido. ¡Avada Kedavra! -exclamó firmemente sin preocupación ni pena alguna. Un capa de humo gris, de un tono plateado, rodeó el cuerpo del hombre, dejándolo sin vida en cuestión de segundos. Acto seguido, viendo como la mujer lloraba desesperada, no tardó en repetir el mismo hechizo, la maldición asesina- Hasta nunca, querida. ¡Avada Kedavra! -repitió por segunda y última vez, al menos por su parte esa tarde, de nuev, una capa de color gris de un tono plateado rodeó su cuerpo, dejándolo sin vida en ese frío sótano de la mansión Malfoy.

lunes, 21 de agosto de 2017

Monorol "Juventud, Hogwarts"


Por @MadameIrmaPince



   Llegó el día en el que me debía montar en el expreso de Hogwarts, la mayoría de niños estaban alegres, pero yo estaba mustia y me subí al tren al último aviso. Dejar mi hogar para dirigirme a un lugar desconocido… No entendía tanta alegría, por muy mágico que fuese el lugar dejaba atrás mi zona de confort. El viaje se hizo eterno, al final me senté en un vagón donde algunos de cuarto no paraban de hablar de sus vacaciones de verano ideales, parecían anuncios de la televisión muggle y me ignoraron todo el trayecto. Yo intenté evadirme por todos los medios leyendo “Historia de Hogwarts” y pensando a qué casa sería seleccionada.


   Mi padre fue a Ravenclaw, y mi madre a Slytherin, lo único que me habían dicho al respecto, era que cualquier casa de Hogwarts era buena, y que los de Hufflepuff se decía, tenían la mejor sala común, cerca de las cocinas y que tenía forma de bodega. Ravenclaw poseía amplias cristaleras en las que podías ver todos los terrenos del colegio, pero era un engorro entrar por adivinanza. Slytherin, en su sala común debajo del lago podías ver sirenas, tritones, un calamar gigante y más. Me encontraba muy indecisa, me gustaban todas las características pero fue cuando me acordé que el sombrero seleccionador te envía a una casa, sin importar tus preferencias (o eso decían) cuando decidí dejar de darle vueltas al asunto.


   Tras bajar del tren y entrar a los terrenos de Hogwarts, sentía que mi estómago me dolía, eran los nervios, y luego realice el típico viaje en barca por el lago, y tras llegar a las escaleras cercanas al gran comedor me comenzaron a sudar las manos, las piernas me temblaban, y así fue todo el paseo con mis nuevos compañeros por el Gran Comedor, de la charla del sombrero, no me acuerdo nada, es mas solo reaccione cuando me avisaron para ponerme el sombrero seleccionador.


      一¡HOLA!一 dijo en mi mente el sombrero seleccionador ㅡVeo que deseas ir a Ravencaw... pero allí no destacaras, no conseguirás tus objetivos. Yo te pondría en Slytherin, tendrás buenos amigos, que te ayudarán a alcanzar tus metas.
      一Mándame donde quiera一 le susurraba mientras me temblaban las piernas一 Pero dígalo ahora, no quiero estar aquí sentada.
      一¡SLYTHERIN!一 gritó el sombrero seleccionador.

   En ese momento al ver cómo aplaudían todos los alumnos y profesores, me dirigí a toda velocidad a la mesa, donde mis nuevos compañeros me felicitaron diciendo que me encontraba en la mejor casa de Hogwarts.

   Mis primeras semanas en el castillo fueron lo peor, solía perderme y en ocasiones no encontraba la entrada a la sala común de Slytherin. Se encontraba en las mazmorras pero me parecían un autentico laberinto, digno de que en cualquier momento me saliera el minotauro.

   Fue en una de esas ocasiones en las que me perdí cuando conocí a Druella Rosier, tenía mi edad y rebosaba espontaneidad y alegría, se movía por Hogwarts como si lo conociese de toda la vida; esa tarde tras llevarme a la sala común, recuerdo que decidí ayudarla con sus ejercicios de encantamientos, cuando terminamos los deberes nos pusimos a hablar de los profesores, los compañeros de clase y me comenzó a decir de cotilleos del colegio en general.

   En clase del señor Slughorn ya no me sentía tan marginada, era reconfortante cuando nos ponía en parejas saber que ella se uniría a mi antes de decir Merlin, o las notitas con chistes que nos pasábamos en las clases del señor Binns, aunque luego significaba estudiar su materia por libre. A Druella le gustaba cómo le explicaba con esa pasión, una asignatura tan aburrida. Así fue como pasé mi primer trimestre, mejor de lo que me habría imaginado nunca.

   Pero cuando llegaron las navidades ella se fue a su casa y yo me vi obligada a quedarme pues mis padres, ambos, tenían viruela de dragón y se encontraban ingresados en San Mugo. Me sentía muy triste, mi amiga se había ido, mis padres se encontraban ingresados, me sentía muy sola. Decidí evadirme, en dos días ya había completado todos los ejercicios que nos pusieron los profesores, pasaba el rato leyendo cuentos; no podía dar largos paseos, la mayoría del castillo se encontraba cerrado a causa de no llegar a 20 los alumnos que por navidades nos quedamos ahí. Pero era muy bonito como estaba todo tan decorado con adornos de motivos navideños, nieve falsa caía por los pasillos y hadas plateadas se paseaban por los pasillos entonando suaves melodías.

   El único chico de mi edad era un tal Tom Riddle, de mi misma casa y edad. En clase era callado, no solía relacionarse con mucha gente, y los de quinto y sexto murmuraban a sus espaldas, extrañándose que un huérfano que venía de un orfanato muggle estuviera en la honorable casa Slytherin. Pero era a su vez el que mejor calificación obtuvo del trimestre, y al que más puntos le habían dado para la casa de Slytherin.

   Ese día durante la comida él se encontraba callado, más de lo normal, mientras el resto hablaban entre si muy animados, decidí ponerme en su lugar, sin padres, ni familia, el mundo que creía conocer hace unos meses no era el mismo, y ahora estaba en Hogwarts. “¿Nadie le enviaría regalos de navidad?” pensé para mi misma “debe ser duro estar solo, y estar elegido para Slytherin siendo de ascendencia muggle… Riddle no es un apellido de magos, este mundo mágico es muy pequeño”
Miré un pequeño catálogo de ventas por lechuza, “No, no puede quedarse sin un regalo el día de navidad” pensaba mientras miraba los artículos a la venta. Unos eran muy caros pero tampoco le regalaría calcetines, que horror…. Admito que quería hablarle, pero no sabía como comenzar la conversación.

      一¿Has terminado con el periódico?一 preguntó Tom irrumpiendo mis pensamientos, tardé un momento en reaccionar.
      一¿No es muy pequeño para leer El Profeta señor Riddle?一 apuntó el profesor Slughorn.
      一Me llaman la atención las noticias del mundo mágico señor Slughorn一 respondió inmediatamente Tom 一y además, me interesan las fotografías mágicas.
      一Se les ponen hechizos específicos a las fotografías tomadas con una cámara de fotos normal一 comenté inmediatamente quitándole al pocionista la palabra de la boca 一Son muy parecidos a los de los cuadros mágicos, pero las fotos no hablan.

   Los presentes enmudecieron unos instantes ante tal rápida información, y sobre todo al alzar tanto la voz sin darme cuenta.
      一Muy bien señorita Pince一 dijo el Director Armando Dippet 一Es una pena que no esté el profesor de estudios muggles, estoy seguro que se hubiera enorgullecido de su rápida respuesta.
      一Pareces conocer muy bien el mundo mágico一 me comentó Tom.
      一Irma podrías ayudar a Tom a conocer mejor nuestras costumbres一 comentó Horace bebiendo de su copa.
      一Sí, claro, me encantaría- respondí esbozando una amplia sonrisa

   Esa tarde nos perdimos por el castillo los dos buscando la sala de trofeos, Tom tenía interés en conocer su pasado, y según él, su padre seguramente asistió a Hogwarts y era un gran mago, pero no encontramos absolutamente nada, ningún Riddle en algún momento pasado pisó Hogwarts. En ese momento, se me ocurrió preguntarle por su segundo apellido y ante su respuesta y mi asombro, le di su verdadero regalo de navidades. Los Gaunt eran una familia de magos que aparecían en los Sagrados 28.

   Inmediatamente le envié una lechuza a Druella y a mis padres contándole todo lo que en eso días antes del año nuevo me había pasado.

   Al regresar todos a Hogwarts la noticia de que Tom Riddle era un mestizo alivio un poco a sus detractores de Slytherin, pero algo cambió en él. Ya no era tan reservado, había ganado confianza en si mismo y se estaba comenzando a hacer respetar en Hogwarts.

   Mis primeros años del colegio pasaron y no era la más popular, pero no se metían conmigo, solía ayudarles con los estudios a cambio de algo de dinero o algún favor; no era problemática, una buena estudiante, y dado mi amor por los libros, con 13 años decidí ayudar en el orden y control de la biblioteca. La bibliotecaria Cassandra Cresswell, era una mujer mayor, encorvada y de voz tan temblorosa como sus manos, y aunque ya estaba familiarizada con el tema de los libros, ella me confió todos sus conocimientos durante esos años en Hogwarts, casi se podría decir que me enseñaba la profesión, a maldecir los libros y a quererlos como no me había dado cuenta, el amor a la lectura lo tenía de antes, pero el respeto me lo enseñó ella.

   Durante esos años, Druella Rosier, Wallburga Black, Tom Riddle, y yo formamos un grupo muy curioso. Wallburga antes de hablarme se informó de mis ancestros mejor que yo misma, sólo al ver que en tres generaciones la familia de mi padre no se había relacionado con muggles, decidió dirigirme la palabra; a Tom lo miraba con recelo, pero sus ideas pro-sangre pura, le gustaban y lo aceptaba. Druella le hacía bromas a Wallburga con mi nombre en plan “Irma se enterara de esto” pues Irma Black, de soltera Crabbe, era el nombre de la madre de Wallburga. Mirando hacia atrás éramos un grupo de lo más peculiar. Y gracias a la aceptación de Wallburga otros Slytherin decidieron hacerse amigos nuestros. Esos años fueron felices, Tom nos hablaba de la importancia de la conservación de la pureza de sangre, Wallburga y Druella se hicieron las mejores amigas (Tanto es así que en el futuro Druella se casaría con el hermano de Wallburga, Cygnus III Black, y tendrían tres hijas).

   Wallburga... Qué gran mujer, sólo hablaba con miembros de Slytherin, y se metía con mestizos, y nacidos de muggles por igual, nadie le llevaba la contra. Durante esos años hasta llegar al 5 año nos sentíamos los dueños del colegio, pero el grupo pasó poco tiempo tan unido, Tom se alejó de nosotras y se fue Cygnus, Crabbe, Abraxas Malfoy, Lestrange...

   Pasaron los años en Hogwarts, era 1943 y me encontraba en mí 5 año, los T.I.M.O. ocupaban la mayor parte de mi tiempo aunque mantenía buenos amigos, algo en mi ser me decía que volvía a estar sola, Wallburga cada día se radicalizaba más en su creencia de la pureza de sangre, y Druella se enamoró de Cygnus y ya no pasábamos tanto tiempo juntas, tanto es así, que cuando la miraba no reconocía a mi primera gran amiga. Me daba esquinazo, desaparecía con Cygnus, o se inventaba excusas para evadirme, me sentía mal, yo no tenía el carácter de Wallgurga, tal altiva, y prepotente, ni mi apellido era de renombre, ni era tan guapa, ni rica. Por primera vez sentía celos, y un complejo de inferioridad...

   Justo el fin de semana antes a las vacaciones de navidad Tom Riddle volvió a acercarse a mí, curioso por ser la ayudante de la bibliotecaria, y me pidió un favor. Quería que lo colara en la sección prohibida, se negó a darme detalles, solo que era para una investigación privada que estaba haciendo sobre venenos de acromántulas, y en la sección regular de la biblioteca no encontraba información que satisficiera sus deseos. Accedí a ayudarle, tuvieron que pasar muchos años para que me diera cuenta lo que realmente andaba buscando. Pero en ese momento él era un perfecto y nadie sospechaba de él.

   Un día andando por los pasillos de Hogwarts, realizando recados para la vieja Cassandra escuché un alboroto. Varios chicos de Ravenclaw de tercero hacían corro en mitad del pasillo y curiosa decidí ver qué era lo que les llamaba la atención.

      一!Hey Myrtle la gafotas!一 gritó Olive Hornby con tono burlón.
      一¡Mirar que pelo de estropajo!一 le siguió otra chica.
      一¿Te vas a chivar al Director Dippet?一 siguió Olive Homby 一¡Con lo que te gusta dar pena! Mirarme一 su tono de voz se puso burlón intentando imitarla 一Soy Mirtle, cuatro ojos, chupaculos de los profesores.

   El grupo de chicos comenzaron a reírse eufóricamente ante tal actuación, y vi a la chica, sentada contra la pared llorando.

      一¡Parar ya!一 gritaba Mirtle con la voz rota, era evidente que se guardaba las ganas de llorar.
      一¡Eso parar ya!一 grité yo dirigiéndome a la chica con la idea de sacarla de ese lugar, pero no fue posible y salió corriendo al crear un espacio en el grupo. Sentí una gran pena por la chica y cuando decidí seguirla un chico me hizo una zancadilla antes de que se fueran todos corriendo, me reventé la nariz, quien me ayudo a levantarme fue el profesor Dumbledore, le conté todo lo ocurrido y decidió dejarme a cargo de unas chicas de Hufflepff mientras y dijo “Voy a contárselo al Director Dippet inmediatamente, por favor llevarla a la enfermería”

   Después de recibir la cura en la enfermería me dirigí a la sala común de Slytherin con una bolsa de hielo para bajar la hinchazón y tras tumbarme en la cama y creer que tendría paz, escuché la voz de Druella.

      一Crabbe me ha dicho que has recibido un fuerte golpe en la cara… ¿Estás bien?
      一Qué extraño...一 dije quitandome la bolsa de la cara 一Me ignoras todo el curso, y ahora vienes a preocuparte por mi… No estoy a la moda一 comenté con gran ironía.
      一No quiero que te pase nada malo一 se sentó en el borde de la cama y me miro la nariz 一Eso tiene que doler, tengo una crema que evitará que se te ponga morado… Y si quieres, te dejo mi maquillaje一 Se realizó un moño improvisado con su pelo negro y ondulado 一Perdón... Por pasar de ti….

   La miré con desconfianza pero sus disculpas parecían sinceras, sus ojos negros parecían pedirme decirlo.

      一Se lo diré a Crabbe一 comentó Druella 一Ya sabes que a ese zopenco le gusta más una pelea física que un puñado de ranas de chocolate.

   Nos comenzamos a reír pues tenía razón, Crabbe era el chico más alto y a escondidas especulábamos que su madre se fornicó a un troll, ya que el chico muy listo no era.

      一Disculpas aceptadas一 le conteste a Druella levantándome de la cama para darle un abrazo.
Justo en ese momento entró una prefecta de Slytherin a los dormitorios, decía que saliéramos rápidamente, que el Señor Slughorn quería hablar con todos nosotros de emergencia.

   Myrtle Elizabeth Warren, estudiante de 3o de Ravenclaw, había sido encontrada muerta en los baños del segundo piso. Se suspendería las salidas del castillo y se buscaba conocer qué le pasó a la chica. En mi alrededor se murmuraba que la cámara de los secretos había sido abierta y una vez en la sala común todos parecían alegres de lo ocurrido. “Una sangre sucia menos”, “así no vendrán a intoxicar la magia”, “deberíamos echarlos a patadas”... eran los comentarios que se realizaban, pero Tom, no estaba alegre, es más, se encontraba ausente... pensativo, sentado en una esquina de la sala tocando su diario, su aura estaba extraña. Sólo tras acercarme me di cuenta que inclusive se encontraba sudando y tenía una rara intensidad en los ojos, pero no aceptó mi ayuda y se marchó al baño a asearse.

   No nos dejaban salir solos de nuestras salas comunes, de clase al gran comedor y a las habitaciones, inclusive decían de cerrar el colegio, ya que no encontraban culpable. Todo parecía inevitable, pero al poco tiempo Tom Riddle acuso a Hagrid de meter ilegalmente criaturas peligrosas en el colegio justo a pocos días de comenzar las vacaciones de verano. Pero no pensamos mucho en eso, más bien nos alegrábamos de que el colegio no cerrara y que al año siguiente nos veríamos todos de nuevo, y aunque el resto del curso oficialmente se encontraba de luto, en la sala común de Slytherin vitorearon a Tom Riddle, y ganó muchísimas admiradoras.

   Mi último año en Hogwarts fue el más complicado, los EXTASIS y ser la ayudante de la bibliotecaria me quitaba la mayor parte del tiempo, pero volver a poder contar con Druella y Cygnus, los cuales no se separaron y fantaseaban con casarse cuando terminaran el curso, me amenizaban los ratos libres, eran una pareja muy adorable. Perdí el contacto con Riddle, el cual tenía un grupo de acólitos que lo seguían por doquier, y solo hablaban entre ellos.

   Ese año también falleció mi madre, fue dormida o eso me contó mi padre quien poco después decidió abandonar Londres e ir a vivir a España pues que no aguantaba el dolor de los recuerdos de su casa, y ciudad.

Unos meses antes de terminar el curso, Cassandra la bibliotecaria, resbaló por las escaleras del colegio y murió en el acto. Para mí fue un año muy triste, no sé cómo aprobé los EXTASIS, con notas mediocres, pero aprobada. No tenía ilusión por entrar a trabajar en el ministerio y el Director Dippet me comentó que si no me importaba y dado que ya sabía del funcionamiento de la biblioteca, el curso que venía yo sería la bibliotecaria provisional...o al menos eso pensábamos.


martes, 8 de agosto de 2017

Monorol "Piadosa purificación"

Por 





   La noche era fresca y húmeda, las notas de aroma a pino y tierra mojada estaban presentes en kilómetros a la redonda. Dentro de la choza apenas se filtraban de forma tenue los armoniosos sonidos con los que el bosque arrullaba a sus moradores.

   Afuera, sombras se movían con sigilo rodeando el pequeño castro. Todos dormían tranquilamente, nadie pudo escuchar los gritos que murieron ahogados en las gargantas de aquella joven pareja que había tenido la suerte de vivir en la choza más alejada.

   El ganado comenzaba a alterarse por la irrupción de aquellos visitantes nocturnos. Los caballos caminaban de un lado al otro temerosos de las siluetas que se acercaban en grupos a los distintos hogares. La luz de la luna destellaba en los reflejos de las armaduras y espadas desenvainadas.

   Habían dejado ya las primeras cuatro casas en el mismo silencio con el que habían entrado, quedando tras de si bañados en sangre los aposentos de quienes ahí dormían sin tener idea del funesto destino que les deparaba la noche.

    ¿Quién pensaría que el insomnio de una abnegada madre desataría el caos?

   Mientras un grupo de seis hombres se introducía en un pequeño corral para robar el poco ganado que ahí había, otros tres entraban en otra casa topándose de frente con una mujer ya entrada en años que se disponía a beber un poco de agua una vasija de barro negro. Los ojos de la madre se abrieron como platos al ver a los invasores, forrados en acero y con las espadas y ropas manchadas en sangre que a la luz de la luna se veía tan oscura como la noche misma. El terror le recorrió las venas en torrente provocando que su piel se erizara y todo su cuerpo perdiera las fuerzas. No fue un grito lo que alertó a su esposo, fue el sonido de la vasija rompiéndose en pedazos contra el suelo y un instante después, el escalofriante sonido de las costillas fracturándose al ser atravesada por la espada de uno de ellos.

   El esposo se levantó de un salto del humilde colchón de paja en donde descansaba, rápidamente buscó a tientas en la oscuridad aquel objeto que día tras día dejaba en el mismo lugar, pero en medio de la confusión, la sorpresa y el miedo, la herramienta jamás llegó a sus manos... aunque, de poco hubiera servido una vieja y mellada guadaña contra los otros caballeros que con desalmada violencia lo dejaron sin vida tendido en el suelo.

   Fueron los gritos de aquel granjero los que despertaron a los demás habitantes del minúsculo asentamiento, para cuando los soldados salieron de esa choza llevando a un par de niños cargados en hombros como costales, el resto de los aldeanos que ahí vivían estaban saliendo de sus moradas con herramientas y unas pocas espadas en mano dispuestos a defender a los suyos a como diera lugar... pero en ese momento, era ya demasiado tarde.

   Un gran número de caballeros aparecieron de entre los árboles, algunos a pié, muchos otros a caballo y se abalanzaron contra todo aquél que osaba oponer resistencia. De un momento a otro el silencio de la noche fue roto por una sinfonía de gritos, el sonido de el acero entrechocando era por momentos ensordecedor y el fuego se alzaba de los techos de paja iluminando todo el lugar en tonos rojizos. Caballos y bestias de trabajo pateaban con fuerza la pequeña muralla de madera que los contenía, víctimas del miedo ante los múltiples incendios.

   A unas casas de distancia, fui despertado abruptamente con una sacudida, al abrir los ojos pude notar que una mano tapaba mi boca. Un anciano de largo cabello y barbas blancas me miraba con preocupación.

      —Rápido, toma tus ropas y vámonos— me dijo el anciano casi en un susurro —Y no hagas ruido—

   Me levanté asustado y confundido, tomé mi túnica del suelo junto a mi y me cubrí con ella mientras el anciano observaba el exterior por un pequeño hueco en el muro de piedra. En cierto momento tras unos segundos de inspección, me tomó de la túnica aun sin anudar y con su bordón abrió muy lentamente la puerta de madera provocando un suave rechinido que en medio del ruido del ataque pasó desapercibido. Salimos con el mayor sigilo posible, el anciano caminaba trabajosamente lo más rápido que podía mientras cojeaba un poco y apoyaba su peso en el bordón mirando en todo momento a nuestro alrededor.

   Avanzábamos por detrás de las chozas, escondidos en las sombras tratando de evitar ser vistos para lograr llegar hasta los árboles y así poder escapar, pero un grupo de hombres armados se encontraba rondando por el último trecho que nos separaba de la seguridad del bosque. El anciano volvió a tirar de mi túnica y me obligó entrar con él bajo una carreta que se encontraba cerca.

   El fragor de la batalla se fue apagando rápidamente. Vimos cómo los sobrevivientes eran llevados mal heridos y casi a rastras hasta el centro del asentamiento y los obligaron a permanecer de rodillas, hasta que apareció un hombre a caballo rodeado por otros cuatro jinetes. Aquel hombre no llevaba su espada desenvainada y lucía una armadura impecable y brillante. Al llegar al lugar observó la escena con un aire de grandeza y descendió de su caballo dejando ondear su capa carmesí con la poca brisa nocturna. Pasó sobre un par de cadáveres como si de simples rocas se tratase y siguió hasta situarse en medio de la multitud.

      —¿En dónde están?— Dijo de forma tranquila.

   Todos los aldeanos se miraban entre si, sin entender muy bien a qué o a quiénes se refería su captor. Un silencio incomodo reinó durante unos segundos, sólo siendo acompañado por el bajo crepitar de los techos de las chozas convertidos en cenizas y el llanto cargado de tristeza de una mujer que sostenía en brazos el cuerpo ensangrentado de un muchacho.

   Aquél que preguntaba caminaba por el lugar examinando los rostros, cada gesto, cada mirada. Era un hombre inteligente, aunque la paciencia no era una de sus virtudes.

      —Pregunté... ¡¿En...dónde...están?!— gritó visiblemente irritado al no encontrar respuestas de inmediato.

   Nadie respondió...

   A unos metros de él, a un hombre se le aceleraba la respiración. A medida que su captor se acercaba hasta donde él estaba, la adrenalina iba inundando sus venas, haciendo que su corazón se bombeara con más fuerza a cada paso que él daba. Una gota de sudor frío fue bajando por un costado de su rostro. Cuando por fin estuvieron frente a frente los nervios se hicieron patentes en un incontrolable temblor en sus manos. El invasor detuvo sus pasos, giró su cuerpo hacía el aterrorizado aldeano e inclinó su cabeza mostrando una sádica sonrisa ladina, llevó su mano hasta la espada desenvainandola con elegancia mientras el aldeano sentía que las fuerzas en las piernas lo abandonaban.

   Desde la carreta pudimos ver al aldeano señalar con mano temblorosa la pequeña cabaña en donde minutos antes nos ocultábamos. El caballero de armadura reluciente hizo una seña con la cabeza y tres de sus subordinados corrieron hacia la cabaña, después giró un poco y asestó un violento golpe con el filo de su espada directo al cuello del aldeano. Su cabeza fue casi arrancada del resto de su cuerpo y el hombre se desmoronó sobre la tierra haciendo estallar nuevamente los gritos y sollozos de todos los cautivos. El anciano que me acompañaba sólo cerró los ojos con fuerza y bajó la cabeza.

   Los tres soldados llegaron corriendo hasta la pequeña cabaña y abrieron la puerta de una patada. Menos mal que nosotros habíamos corrido en dirección opuesta.

   El anciano quiso aprovechar que en ese momento la atención de todos estaba centrada en esos tres, me hizo una seña y se arrastró trabajosamente hacía fuera de nuestro escondite. Yo lo seguí sin dudar y comenzamos a recorrer el último trecho nos separaba del bosque.

   Estábamos tan cerca que ya casi sentía que podía tocar los árboles, cuando de pronto...

      —Hey ustedes, alto ahí—

   En seguida él y otro soldado más se aproximaban corriendo a nosotros. El viejo sujetó con fuerza su bordón y lo clavó al piso mientras pronunciaba un conjuro.

       —¡Deprimo!— dijo con rapidez, pero nada sucedió. Nada.

   El anciano se quedó helado. Los guardias se acercaban cada vez más y otros tantos que estaban más lejos emprendían camino hacia nosotros. Los ojos del anciano reflejaron la sorpresa...la incredulidad, el terror. Alzó la cabeza y dio un vistazo a su alrededor buscando alguna explicación de porqué no había funcionado su magia, hasta que quedaron fijos más allá de las casas, caballeros y cadáveres; cerca de la entrada al pequeño poblado, pero a prudente distancia de cualquier enfrentamiento se encontraba un hombre de túnica azul que estaba de pié, con los brazos abiertos como abrazando al viento. Su mano derecha sostenía un bordón muy similar al de mi anciano acompañante, sólo que de la punta de aquél era emitido un tenue destello de color gris.

      —Emrys...¿Qué hiciste?— dijo el anciano en un susurro apenas audible.

   Teníamos ya a los soldados encima cuando en su carrera, uno de ellos pateó una roca y calló de bruces sacando al anciano de sus pensamientos. Yo estaba justo tras él, giró hacia mi y de entre sus ropas sacó un rollo de  pergamino anudado con un listón rojo y lo introdujo en mi túnica.

      —Corre al bosque niño, y no te detengas—

   Yo me alejé dando un par de pasos caminando hacia atrás, asustado por lo que le harían a aquel que pareciera ser mi único protector y en seguida un hombre se abalanzaba sobre la espalda del viejo haciéndole caer de frente, otro de ellos llegó casi al instante y se tiró al suelo para ayudar a sostenerlo.

       —¿Qué espera niño? ¡Largo!— gritó con la cara muy cerca de la tierra mientras era fácilmente sometido.

   Yo me di la vuelta para intentar correr, pero mis pequeñas piernas no me dejaron tomar gran velocidad. Pronto tenía a uno de ellos pisándome los talones provocando en mi una desesperación indescriptible, por más que luchaba por correr más rápido, era como si mis pequeños pies se patinaran en el suelo sin dejarme avanzar mientras quien me perseguía me gritaba que me detuviera.

    En algún punto giré mi cabeza un momento para ver qué tan cerca estaba y algo detuvo mi carrera en seco. Un enorme soldado había salido de la nada interponiéndose en mi camino. El golpe de mi cuerpo contra aquél robusto pecho forrado en acero me hizo caer de espalda, el aliento escapó de mis pulmones y mi visión se llenó de destellos blanquecinos. Había quedado tumbado en el suelo, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua, tratando de tomar algo de aire cuando una mano enguantada me levantó como si fuera un simple muñeco de trapo. Ya en pie logre tomar una gran bocanada, sacudí mi cabeza y mi visión se aclaró sólo para ver cómo era golpeado mi anciano acompañante.

   Intenté correr, me sacudía con violencia en todas direcciones mientras las lágrimas dejaban marcado su recorrido en mi rostro polvoso... pero nada, el guardia me tenia sujeto con fuerza de la túnica; preso de la desesperación comencé a gritar, a patalear, golpeaba el brazo de mi captor con la poca fuerza que tenían mis jóvenes brazos. Intentaba patear sus espinillas, pero era como golpear a la pared, siempre topandome con el frío acero que lo envolvía. Mis pies empezaron a arrastrar cuando comenzó a caminar hacia el resto de rehenes.

   En algún momento un sonido casi inaudible, un sonido que en otro momento carecería de importancia, pero ahí fue el sonido de la oportunidad...el suave sonido de la tela desgarrándose....

   Dos hombres pasaron junto a nosotros llevando a rastras a mi protector semiinconsciente, con su cabello blanco apelmazado y teñido de rojo sangre. Yo continuaba oponiendo resistencia, sacudiendo mi cuerpo y tirando hacia el lado contrario cuando por fin mi túnica se desgarró dejando la mitad de mi cuerpo libre. Giré con desesperación para despojarme de la prenda y corrí lo más fuerte que pude en cuanto mi captor dejó caer mis ropas hechas jirones al suelo. Por fortuna mis pequeñas piernas fueron compensadas con la agilidad de un niño, el robusto y pesado guardia no consiguió atraparme. Avanzaba a toda velocidad hacia el resguardo que la oscuridad y los árboles ofrecía cuando escuché un grito.

      —Déjenlo...ya tenemos lo que buscábamos— ordenó el líder cuando dejaban caer a sus pies al malherido anciano.

   Al llegar al linde del bosque mis piernas me ardían como si mis músculos se quemaran, sentía que todo mi cuerpo palpitaba y mis pulmones estaban al borde del colapso. Estaba solo, asustado y semidesnudo, pero a salvo.

   Por alguna razón no me alejé, me mantuve oculto, pero a una distancia prudente, observando. Para ese momento tenían ya amarrado al viejo en un poste clavado en la tierra, el caballero que comandaba todo se acercó hasta donde había quedado mi túnica y a corta distancia de ella, se agachó para tomar aquel viejo y arrugado pergamino que momentos antes llevaba oculto entre mis ropas. Sonrió complacido y volvió sus pasos hacia mi compañero.

   No lograba escuchar lo que le decía, pero en si rostro había una mezcla de odio y arrogancia que nunca antes había visto. No entendía qué estaba pasando, mientras hablaba varios de sus hombres dejaban caer troncos, ramas y aceite a los pies de mi amigo. De nuevo mi corazón se aceleró casi al punto de que quedara inconsciente.

   Uno de sus hombres se acercó hasta él para entregarle una antorcha encendida, el escudo que aquel hombre llevaba en el pecho se iluminó brevemente, un símbolo que jamás olvidaría, y ante la mirada atónita de todos los presentes gritó con odio.

      —¡Recibe entonces la piadosa purificación del fuego y el dolor!—

   Todo pareció moverse en cámara lenta,  la antorcha encendida abandonó su mano dando un par de giros en el aire.

      —¡Nooooooo!— mi garganta se desgarró en un lastimero grito al tiempo que me senté de un salto sobre la cama empapado en sudor y con la respiración entrecortada. En la oscuridad del claustro sentí la mirada furiosa de mis compañeros apenas iluminada por la poca luz de luna que se colaba entre las rocas, y me dejé caer sobre la almohada.

   No era la primera vez que ese sueño me acechaba, sin embargo, sería la última en la que no entendería el significado. Pero esa, esa es otra historia.


miércoles, 2 de agosto de 2017

Monorol "Loss of Me" Parte 1

       



   Una muchacha de espesa y larguísima cabellera castaña se encontraba observando por la ventana, no pensaba en nada en concreto. Permanecía con la mirada perdida, observando una oscura y densa arboleda en la lejanía. Sus padres le habían dicho que aguardara, ya que debían hablar con ella sobre cierto asunto. Naturalmente Bellatrix no había reparado siquiera en qué asunto podría ser. Ella sólo pensaba en Tom, aquel mago que la tenía absolutamente embelesada, todos los pensamientos se centraban en él. Le costaba enormemente concentrarse en cualquier tarea, a excepción de cuando estaba con él, demostrando ser hábil como bruja.



   Después de largo rato esperando, finalmente sus padres entraron en la alcoba. Druella, su madre, se adelantó y se dirigió a la ventana, Bella estaba tan absorta en sus pensamientos que ni reparó en que sus padres habían entrado en la estancia.

   —Querida...Tenemos  que hablar— Susurró suavemente la mujer, mientras cogía el brazo a la muchacha y la dirigía al diván donde se encontraba su padre, para posteriormente, quedar sentados frente a ella. Cygnus carraspeó un poco, y de forma tajante pronunció aquello para lo que la habían citado.

   — Te hemos concertado matrimonio con la familia Lestrange, te casarás con Rodolphus, su primogénito.— Druella permaneció callada, Bellatrix que  había estado callada hasta momentos antes, se quedó estática, palideció y abrió los ojos muy  sorprendida.
   — Pero....— Musitó.
   —Nada de peros— Espetó su padre —esto no es negociable, los Black siempre nos hemos relacionado con linajes de sangre limpia, la familia Lestrange es lo mejor a lo que podrás aspirar, la boda será en un mes.—

   Sin dar más explicaciones, sus padres se levantaron y se marcharon. Bellatrix se quedó sentada, pensando en si todo aquello acababa de pasar de verdad. ¿Un mes? ¿Una boda?
Ella ya conocía bien a Rodolphus, pues habían estudiado en el mismo colegio y pertenecido a la misma casa; el muchacho no le desagradaba, era un digno Slytherin, le gustaba el humor negro, las bromas macabras y torturar pequeñas criaturas, como a ella, pero tan sólo sentía indiferencia por él pues quien de verdad la interesaba era el otro muchacho, aquel que parecía ser capaz de cualquier cosa para conseguir sus fines, sin importar el precio. No hacía mucho había accedido a llevar una extraña  marca en el brazo, le aseguraron que aquella marca haría que estuviese más cerca de él, lo que la hizo aceptar sin dudarlo. Sus padres nada de eso sabían aún.  Acababa de terminar su último año en Hogwarts y los cursos eran largos. Respiró hondo, colocando sus manos sobre sus muslos, y miró hacia arriba, a la nada.

   “Tendré que resignarme....si mis padres lo ordenan” pensaba para sus adentros. Era una joven algo salvaje, pero no en su casa, con su familia mantenía las formas, pues sabía cómo se las gastaban sus padres, rectos, estrictos y sin miedo a los castigos físicos, esas costumbres arraigaron fuerte en ella mostrando ciertos comportamientos por su parte en un futuro no muy lejano.

   El mes pasó fugaz, y la boda llegó, no había demasiadas personas reunidas en aquel lugar, tan sólo los más allegados a la familia Black y Lestrange, no sumarían más de 10 personas.
   El lugar era un gran salón de la mansión Lestrange, aunque por la arquitectura, daba la impresión de que era alguna especie de capilla, los muros eran gris oscuro, de piedra gruesa, con grandes arcos y columnas. Bellatrix vestía el color típico de los Black, el negro, llevaba el pelo suelto, ningún maquillaje ni adorno, no era un día ni especial ni feliz para ella. Estaba como ausente, deseaba pasar por aquello con la mayor rapidez posible. No quería ni pensarlo.

   Rodolphus estaba frente a ella, pronunciaron unos votos que sus respectivos padres les habían preparado, todo en relación a la lealtad y prosperidad de los sangre limpia; cuando llegó el momento de sellar el enlace con un beso, él tuvo que acercarse a ella, observó cómo los ojos de la muchacha estaban vacíos, carentes de emoción, aun así él debía cumplir, se inclinó con cuidado y depositó un fugaz beso en los fríos labios de Bellatrix.
Ella no solía estar fría, era una joven de sangre caliente, su primer beso acaba de esfumarse con alguien que no le importaba lo más mínimo, y se estaba casando con esa misma persona. Tampoco sabía que Rodolphus había aceptado llevar la marca tenebrosa, que estaba de acuerdo con sus ideales, al fin y al cabo aquel enlace sólo acababa de empezar, y definitivamente no todo era como parecía, ni sería tan oscuro como ella pudiese pensar en aquel momento.


   Aun así su mente maquinaba, aquello no le impediría estar lejos de Tom, ese era uno de los rasgos que tenía en común con él, alcanzaría su objetivo, que con el tiempo se volvería más enfermizo, y lo conseguiría a cualquier precio.


   ¿Quieres conocer qué sucedió? Espera la siguiente parte pronto, muy pronto.

                        Suscribete, no seas muggle.