miércoles, 30 de agosto de 2017

Monorol "Honrando el apellido "

Por @LxrxCissy_




   Una batalla se aproximaba. Ella era consciente de ello, sabía muy bien lo que quería decir eso. Sabía las consecuencias que podrían tener sus actos pero no le importaba. No era la primera batalla en la que participaba activamente, llevaba ya unas cuantas a su espalda. Y siempre había salido impune de todas ellas, sin ningún cargo en su contra. Y, sobre todo, había salido ilesa de todas ellas. No era por presumir pero había pocos magos o brujas más buenos que ella en duelos, pues desde siempre que había sido la mejor duelista de su edad. Había aprendido de la mejor duelista de la historia, su madre, Bellatrix Lestrange. Había aprendido hechizos que muchos magos jamás podrían llegar a soñar, sabía muchísimo sobre las artes oscuras. 

   Esa misma tarde tenía un orden que seguir. Había un par de prisioneros en el sótano de la mansión de los Malfoy y el Señor Oscuro le había mandado que los matara. Eso sería pan comido, pero antes jugaría con sus vidas, tal y como hacía siempre, pues así disfrutaba más cada vez que tenía la ocasión de matar a alguien. 

   Después de comer, la joven Rosier se dirigió a su habitación para cambiarse. Aún tenía una hora de margen y, la verdad, su intención era llegar tarde, pues como un dicho muggle decía... lo bueno siempre se hace esperar. Al llegar a su habitación, abrió el armario y sacó unos pantalones negros, una camiseta negra de manga larga y una chaqueta, obviamente, negra. Buscó sus botas altas y lo dejó todo encima de la cama. Se dirigió al baño, hizo su rutina diaria ya que hoy no había salido de casa aun, pues era su día libre en el Ministerio y no había tenido planes en toda la mañana, al volver a su habitación se cambió. Guardó su varita en la bota izquierda y bajó al salón, donde su madre se encontraba haciendo a saber qué cosas por allí y se veía tan concentrada que le dio pena interrumpirla, aunque hizo todo lo contrario a su pensamiento y entró en el salón, haciendo ruido para llamar su atención. 

      ―Madre, tengo entrenamiento. Nos vemos luego –se despidió Lyra, antes de besar la frente de su madre, para dirigirse hacia la chimenea.
      ―Ya te veré allí -dijo secamente restándole importancia. Porque así era Bellatrix Lestrange, no le importaba demasiado lo que le dijeran mientras estaba ocupada, y eso incluía a sus hijos y marido. 

   Lyra, harta de escuchar a su madre decir que estaba ocupada, se metió dentro de la chimenea y cogió un puñado de Polvos Flu, teniendo muy claro en su mente donde quería ir.

      ― ¡Malfoy Manor! -exclamó con firmeza a la vez que tiraba los polvos al suelo, con fuerza y determinación. En cuestión de segundos, Lyra ya se encontraba en la chimenea de la mansión de sus tíos, lista para acabar con la vida de esos dos muggles que había en el sótano.

   Su tía Narcissa, quien era una de sus referentes y una de las personas que más quería en el mundo, fue la que la acompañó hasta las escaleras que llevan al sótano, pues a ella no le gustaba mucho lo que se estaba llevando a cabo en su mansión, pero no decía anda por proteger a su hijo Draco, el cual parecía adorar ser el centro de atención, como siempre había sido, y parecía estar encantado al llevar la marca tenebrosa en su antebrazo izquierdo. Sin más pretextos, Lyra sacó su varita de la bota izquierda y entró en el sótano, con una sonrisa radiante de oreja a oreja. Iba a pasar un buen rato.

      ― ¿Quién quiere ser el primero en suplicar su muerte? -preguntó sarcástica la chica metamorfomaga. Con su típica y característica sonrisa malvada, apuntó hacia la mujer que yacía en un rincón del sótano, atemorizada- ¡Incarcerous! -exclamó firmemente apuntándola. En cuestión de segundos, unas cuerdas agarraron a la mujer, siendo sujetada por estas, sin intención de poderse zafar de ellas- No hay peor crueldad que ver a tu marido suplicar por su muerte.

   Unas sonoras carcajadas inundaron el sótano, siendo lo único que se escuchaba desde fuera. Al menos, por ahora. Porque en unos minutos serían hechizos y más hechizos, acompañados de gritos y sollozos por parte de ese matrimonio muggle, que no vería la luz solar en ningún otro momento, pues acabarían muertos antes que Lyra se fuera de la mansión Malfoy. La primogénita del matrimonio Lestrange-Black, dejando de lado a esa mujer, se dirigió hacia el hombre mayor, que no tendría más de cincuenta años, según sus cálculos. 

      ― ¿Preparado para sufrir y morir? -preguntó sarcásticamente mientras pensaba hechizos que hicieran que el hombre suplicaba- ¿Sabes quien soy yo? Lyra Lestrange, querido. Si hay algo que me gusta, es jugar con la comida antes de comerla... O, en otras palabras, jugar con mis víctimas antes de matarlas. Viene de familia -añadió con su voz maléfica, pensando en su madre, pues todos decían que se parecian tanto en ese aspecto- ¡Baubilious! -exclamó apuntándolo directamente al pecho. A pesar que la luz que transmitía ese hechizo era inexistente, una vez el impacto de dicho hechizo llegó al hombre, éste cayó de espaldas dándose un golpe con la pared. A pesar de esto, no estaba muerto- Esto es leve, asqueroso muggle -espetó con furia, acercándose con pasos firmes- ¡Crucio!

   La maldición Cruciatus era su especialidad, junto a la maldición del Sectumsempra. Al realizar dicho hechizo, notó como toda la energía posible se movía por su cuerpo hasta concentrarse en un solo punto: su mano. Y de allí, fue enviada a la varita, de la cual se dirigió al hombre y éste empezó a chillar, desesperado y muerto de dolor. Nunca estaba de más repetirlo, por lo que usó la maldición de la tortura un par de veces más, mientras escuchaba los gritos y llantos de la esposa de éste, lo que le daba mucho más placer a la hora de torturar al hombre.

      ― ¡Sectumsempra! -exclamó finalmente, pues también quería ver sufrir a su mujer. Justo después de pronunciar dicha maldición, un destello de luz brillante, de un color entre blanco y grisáceo, salió de la punta de su varita, en dirección al cuerpo del hombre, causándole así varios cortes en el torso y a otras partes del cuerpo. Y lo dejó así, desangrándose hasta que le pidiera morir, cosa que no tardaría mucho, pues esos cortes eran profundos y en pocos minutos se quedaría sin fuerzas para aferrarse a la vida, cosa que tampoco conseguiría porque lo mataría.

   Lyra, sonriendo felizmente después de ver el buen trabajo que había hecho con ese hombre, dirigió su mirada hacia la mujer que seguía atada a las cuerdas que había conjurado hacía unos quince minutos, aproximadamente, y caminó hacia ella, deshaciendo el hechizo Incarcerous, mediante magia no verbal. Levantó la mano izquierda, con su varita en la mano todavía, y apuntó a la mujer mayor, la cual se había levantado porque ella se lo había ordenado.

      ― ¡Everte Statum! -exclamó firmemente haciendo que esa mujer perdiera el equilibrio pero que, a pesar de la dureza del hechizo al rebotar contra ella, no la había tumbado- ¡Expulso! -Con un simple movimiento firme de muñeca, en línea vertical, una luz azul salió de la punta de la varita dirigiéndose al pecho de la mujer, haciendo que ésta cayera de espaldas, unos metros más atrás de donde se encontraba anteriormente de pie- Contigo seré menos cruel -rió como si estuviera loca, siendo así la viva imagen de su madre- ¡Crucio! 

   De nuevo, la maldición de la tortura se hacía presente en ese oscuro y frío sótano. Como siempre, Lyra sabía que para realizarla correctamente tenía que sentirlo en su interior y desearlo con todas sus fuerzas. Pero, después de tantos años usándola, eso ya no supone ningún problema en la joven. Lestrange, encantada de hacer esas torturas, notó como toda la energía y la magia de su interior se concentraba en un solo punto, para dirigirse hacia su mano izquierda y de allí a su varita, de la cual salió la maldición directamente hacia la mujer, escuchando así solo sus gritos de dolor mental y corporal, pues no solo dañaba la mente del oponente, sino también lo malgastaba físicamente a causa de los tirones que se hacían las propias víctimas -para intentar no sentir tanto dolor- a si mismas. 

   Lyra miró la hora en su reloj; eran las seis y media de la tarde. Entre una víctima y la otra, había pasado más de dos horas en el sótano, disfrutando de su trabajo. Pero empezaba a ser hora de terminar con ellos, por lo que mediante un Levicorpus no verbal movió el cuerpo -con vida, aún- de la mujer hasta donde se encontraba su marido, que aun respiraba pero casi sin fuerzas y la dejó en el suelo con su contrahechizo, el Liberacorpus. 

      ―Esto se acabó -dijo desatando su cabello, pues lo llevaba recogido ya que no le gustaba que le molestase mientras entrenaba o, simplemente, hacía cosas- Hasta nunca, querido. ¡Avada Kedavra! -exclamó firmemente sin preocupación ni pena alguna. Un capa de humo gris, de un tono plateado, rodeó el cuerpo del hombre, dejándolo sin vida en cuestión de segundos. Acto seguido, viendo como la mujer lloraba desesperada, no tardó en repetir el mismo hechizo, la maldición asesina- Hasta nunca, querida. ¡Avada Kedavra! -repitió por segunda y última vez, al menos por su parte esa tarde, de nuev, una capa de color gris de un tono plateado rodeó su cuerpo, dejándolo sin vida en ese frío sótano de la mansión Malfoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario