miércoles, 4 de octubre de 2017

Monorol "Una nueva era"

Por @MadameIrmaPince





   Si alguna vez lees esto, seguramente estaré ya muerta. Ojala sea de vieja y no bajo el beso del dementor, o la tortura de Quien-tu-ya-sabes.

   Si mi muerte es causa de la edad, posiblemente te venga todo esto de sorpresa, y si es bajo el beso del dementor, te ruego que la termines de leer...

   Sí, fui mortifaga, y te voy a contar como llegue a ese momento en la vida, te ruego, que te pongas en mi lugar.

   Era una mañana de Julio 1950, tenia 24 años, y me encontraba feliz paseando con el que fue mi primer novio, Escipión Boublanch , nos conocimos en la vieja librería de mis padres, él, unos años mayor que yo, su pelo castaño claro, ojos de color miel y un gran acento del norte de Francia, hicieron que me ilusionara de la vida por primera vez, y durante esos meses fui realmente feliz.
Leíamos a los filósofos de la antigua Roma, pero disfrutábamos con Epiceto en especial, Escipión lo narraba con pasión...

      "Solamente si hacemos lo correcto se puede alcanzar una vida plena y feliz. Pero, ¿cómo sabemos qué es lo correcto? Tenemos que aprender a distinguir qué es lo que podemos cambiar, y de esta forma saber en qué se puede mejorar. Pero hay muchas cosas que no podemos cambiar, entonces, no nos queda más que aceptarlas. Aprendiendo a aceptarlas seremos felices, pero también debemos hacer un buen uso de las «representaciones» o las ideas y así distinguir lo que es útil de lo que no lo es.”(1)

   Pero no me quiero ir por las ramas, esa mañana de Julio decidimos quedar para pasear por una calle de Londres, la mañana era soleada y andábamos juntos agarrados del brazo, hablando de que reformas le podría hacer a la librería de mis padres, de la ilusión que le hacia que fuese a Francia, las ganas que teníamos de ver mundo, andamos unas horas hasta llegar a un pequeño bar de magos, juntos y sonrientes, al entrar en el bar notamos que la gente nos miraba y murmuraba, no entendíamos nada, extrañados nos sentamos en una mesa, y al poco un camarero, delgado y de facciones duras, antes de decir que queríamos nos tiro a la mesa con gran desgana un ejemplar de El Profeta...

      ―"A duras penas terminamos una guerra y nos metemos en otra" ―escuchábamos a la gente del bar  ―“Antes Gellert Grindelwald, ahora estos... Solo han pasado 5 años desde que lo encerraron en Nurmengard”


   Lo que ponía en el periódico en primera plana, era una carta, una declaración de intenciones de un grupo llamado Los Mortífagos, en el que reclamaban la expulsión inmediata de los “sangre sucia”, revindicar su derecho de salir de las sombras y exponerse en el mundo muggle, dando trato de favor a las familias de magos y brujas que durante décadas no se habían relacionado con los no magos.

      ―¿Igma?, ¿egstas bien? ―preguntó preocupado Escipión, al ver que había perdido el color de la cara ―seguramente sean los últimos coletazos de los simpatizantes de Grindelwald ―me agarro de la mano y me miro seguro de si mismo.

   Pero tenia un muy mal presentimiento, esos que se meten dentro de tu mente y te impiden prestar atención... Me vino a la mente un nombre, Tom Riddle.Él solía hablar de esto en la sala común de Slytherin, y nada había sabido de el desde que nos graduamos.

      ―Si, si, estoy bien ―respondí en un tono poco convincente ―Mejor nos marchamos, prefiero dar un paseo, y el ambiente de este lugar esta algo viciado

   Nos levantamos rápidamente, y decidimos irnos a pasear por unos jardines en los que había una pequeña feria, eso nos distrajo durante varias horas. Todo estaba lleno, y el olor a nube de azúcar invadía el lugar, vimos a los forzudos, metimos unas monedas a la autómata vidente, (la cual nos predijo una larga vida) y nos metimos al laberinto de los espejos, la tarde se hizo noche, dando al lugar un aura mágico. Paseábamos fascinados por los encantadores de serpientes, los hombres que se metían espadas en la boca y comían cristal como quien lo hace con una manzana.

   Nunca había estado en un lugar así, y por la casualidad del destino estaba viendo algo que mi mente era incapaz de imaginar. Justo cuando hacíamos cola para cenar, no muy lejos, una bola de fuego de varios metros de altura se alzo sobre nosotros, la gente gritaba y corría tirando todo a su paso, Escipión me agarro del brazo y justo cuando nos disponíamos a realizar nuestra aparición, una densa niebla negra nos obligo a separarnos, en ese momento me di cuenta de que no era un accidente de muggles... ¡Era un ataque de magos!

   Incapaz de ver nada andaba a ciegas gritando el nombre de mi acompañante, pero era inútil, la gente chillaba y victimas del pánico me empujaron hasta tirarme al suelo, ahí, me hice un ovillo mientras me pisoteaban, saqué desesperada mi varita e invoque “¡Lumos Maxima!”, no sirvió de nada, no disperso la niebla negra pero si que sentí como alguien me arrastraba de una pierna y me trasladaba a algún lugar pedregoso, tirándome de forma brusca y dándome un fuerte golpe en la cabeza que hizo que durante unos instantes fuera incapaz de abrir los ojos, llevándome las manos a la cara.

   Logré alzar la mirada, unos 5 hombres ponían a la gente asustada al borde de un precipicio, intenté mirar mi entorno, el lugar era pedregoso, y las olas rompían con fuerza, uno de esos hombres me agarro y a la fuerza me llevo donde se encontraban 3 personas más, entre ellos Escipión... El corazón me dio un vuelco y zafandome de mi captor fui corriendo torpemente a su lado, él me agarro de la mano, intentaba tranquilizarme aunque su rostro se mostraba muy serio. El otro hombre miraba nervioso de un lado a otro buscando una vía de escape.

   Uno de esos hombres que vestían de negro y llevaban unas grotescas máscaras metálicas, se adelanto a los demás.

      ―Decidme vuestros nombres y apellidos ―dijo el misterioso encapuchado, su voz parecía distorsionada

      ―Alfred Smith ―se apresuro a decir el hombre que buscaba una vía de escape ―tengo un comercio de frutas, yo no...

   Inmediatamente una luz verde salio de la varita del hombre encapuchado haciendo que el hombre cayera al barranco. Se acerco lento a Escipión, que no parecía temerlos, al contrario de una servidora que temblaba de miedo. Escipíon no hablo, se mostraba desafiante.

      ―¿Esto es vuestro? ―preguntó el hombre enmascarado sacando de su túnica nuestras varitas.

   No nos hizo falta responder, nuestras caras hablaban por si solas, eran nuestras varitas.

      ―No queremos matar a magos ―Comentó otro de los hombres encapuchados mientras se acercaba a nosotros. Su voz era un siseo como de serpiente

      ―Escipión Boublanch e Irma Pince ―comenté rápidamente presa del pánico, Escipión me miró desaprobando lo que acababa de hacer.

   El hombre encapuchado se detuvo y se quito la capucha, se encontraba lo suficientemente cerca para verle los rasgos, su piel era un poco pálida, pero sus ojos eran rojos con las pupilas como las serpientes. Enmudecí pues no sabia si era humano, o ser.

      ―Irma... Acércate ―comento el hombre de rojos ojos.
      ―No vallas Igma ―me agarró fuerte del brazo Escipión ―Es un mago tenebroso, nos matagá igual.

   Miré fijamente a Escipión, sus ojos castaños me daban seguridad. Y el tiempo se paro cuando vi la luz verde pasar por delante de mi dándole de lleno al francés, por primera vez vi el miedo en sus ojos.
Su cuerpo caía muerto hacia el barranco y logré agarrarlo para que no cayera, sabia que estaba muerto.

      ―Irma ―volvió a llamarme aquel hombre de ojos rojos ―suéltalo... Si no lo sueltas seras la siguiente ―guardó unos momentos de silencio y se inclino a mi lado ―pero si lo sueltas, me escuchas y te unes a mi, podremos hacer que regrese a la vida, porque yo venceré a la muerte y a los que me sigan les daré aquello que más anhelan.

   No quería morir, tenía mucho miedo, a la vez sentía un gran dolor por la muerte injusta de Escipión, pero el miedo ganó a cualquier otro sentimiento y solté la mano de mi amante con los ojos cerrados.

      ―Mulciber, Avery, Lestrange, Rosier ―ordenó el misterioso hombre con voz pausada, pero con un tono de victoria ―quitense la mascara, es una vieja amiga que se unirá a nosotros.

   Esos nombres  me eran familiares de mi época de estudiante en Hogwarts, me levanté y me quedé mirándolos, ellos guardaban sus varitas mientras dejaban ver su rostro y se acercaban a mi para ayudarme a volver a levantarme. La duda que tenia en el bar... todo parecía claro, si esos cuatro estaban ahí, Tom Riddle, tendría que ser el hombre de los ojos rojos.

      ―¿Tom? ―pregunté dudosa y temblorosa, mirándolo fijamente, intentando examinar todos sus rasgos para encontrar alguna similitud con el brillante estudiante que de adolescente conocí.

      ―Tom Riddle murió ―respondió muy serio ―Ahora me conocerá el mundo y haré historia como Lord Voldemort, el mago más poderoso de todos los tiempos... Y tu ahora me ayudaras.


Referencias

(1): Epicteto de Frigia (50-135 D.C.), filosofo griego.

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